Praga, o como dicen allí, Praha, capital de la República Checa, es un
peazo de ciudad colocadita a las orillas del río Moldava. Perderse en ella es tan hermoso como sencillo, teniendo en cuenta que el idioma es complicado para nosotros (demasiadas consonantes), lo que convierte a los mapas en crucigramas. El casco histórico es espectacular, a un lado la plaza vieja, con su

torre, el famoso reloj astronómico, y la zona nueva comunicada por varios y gigantescos puentes, del que hay que destacar el Puente de Carlos (en checo Karlův most). El enorme castillo y la catedral de San Vito que se observa desde toda la ciudad. Los edificios tienen un color negro espeluznante que resaltan las puntiagudas estructuras góticas y que contrastan con los adornos dorados. A pesar del turismo es una ciudad tranquila y aunque el capitalismo está entrando con fuerza aun hay rincones donde comer bueno, bonito y barato (pero van quedando pocos, en las zonas más turísticas ya conocen las virtudes del Euro y te están esperando con la navaja afilada). La cerveza es algo espectacular, por tamaño, precio y sabor.
Viena es otra historia, en la capital austriaca ya no hay lugar a dudas. Los centros comerciales, las calles con puestos y tiendas de conocidas marcas, y el euro como moneda oficial, la acercan mucho más a lo que conocemos. La música y sobre todo Mozart, es su centro de interés, o al menos eso quieren hacer ver. Cabe destacar su silencio, su tranquilidad y lo civilizados que están. Se aprecia en detalles como el tranvía (que todo el mundo paga religiosamente, a pesar de no haber revisor), los periódicos (que pudiéndose coger libremente todos pagan). Y una amabilidad, respeto y una limpieza en las calles que no se ven aquí, aunque nos pese.

La ópera es más impresionante aún por dentro, y la acústica me dejó boquiabierto y entusiasmado, ya que desde el gallinero pude oír perfectamente todo el concierto, eso sí, a un precio desorbitado. Si os gusta la música clásica, este es el sitio. Monumentalmente, espectacular, diferente a Praga, más occidental, más nuestro, pero precioso.
Tanto en una como en otra te entienden en inglés, en español ni palabra.
Toda una experiencia y un viaje que recomiendo. ¡Vaya chapa! disculpen.